Harry
Sasson, chef y empresario restaurador
Anatonía de
una cocina exitosa
Hacia
finales del año pasado se escurrió por la web un texto que indicaba que el Alto
Comisionado para la Paz de Colombia, Luís Carlos Restrepo, habría sucumbido a
la ira cuando descubrió que ANNCOL, página web utilizada normalmente por las
FARC, incluyó la receta "Gallina con papas chorreadas", creada por el
chef colombiano Harry Sasson. Según la supuesta Agencia Ge, el Comisionado habría
acusado al chef de colaborar con la alimentación de la guerrilla. Explicaba la
misma nota que el chef habría luego respondido públicamente que él no era
responsable de la inclusión de la receta en la citada página y que incluso
expidió un comunicado en el que solicitaba a las autoridades su ayuda para que
destruyeran todos los platos de gallina con papas chorreadas que encontrasen en
los campamentos de las FARC. Finalizaba la nota con la noticia de que allegados
a Sasson afirmaban que el chef estaría pensando en cambiar las susodichas papas
por berenjenas en salsa de yerbabuena.
No hay que
tener sino una pizca de humor para captar rápidamente que se trató de una broma
lanzada por un buen amigo —o enemigo— de Harry Sasson. Queda claro, en todo
caso, que Sasson es una figura tan pública y famosa en Colombia, que puede
convertirse en epicentro de picantes sornas cibernéticas. De todas maneras, no
sería extraño que cualquier grupete —legal o ilegal, oficial o clandestino, en
la urbe o en el monte— se guiara por las fórmulas del célebre chef, uno de los
renovadores del negocio restaurador y de la alta cocina en su país.
A Harry
Sassón, nacido en Bogotá en 1969, no le cuadra aquello de que quien mucho
abarca poco aprieta. Él es prueba de que quien mucho abarca con tesón, aprieta
todo y más. Así lo corroboran sus cinco exitosos restaurantes, catalogados
entre los mejores de Colombia: Harry Sasson Wok & Satay Bar, Balzac,
Harry’s Bar, Chirec y Club Colombia.
Si bien no tiene el don de la ubicuidad, el chef pasa todos los días por
cada uno de ellos, da indicaciones, prueba, cocina. Además, escribe en la
revista de Avianca y ha lanzado una línea de dieciocho productos, entre los que
hay aderezos, vinagretas y salsas. Harry Sasson es, pues, una marca.
¿Su secreto?
Lo explica sin reticencias: “Uno como cocinero tiene que saber quiénes son sus
clientes, tienen que saber qué es lo que quieren y dárselo. Si el cliente lo
que desea son dos huevos fritos, pues hay que hacérselos para que sean los
mejores huevos fritos que se coma en su vida”. Tema aparte, acota: “Siempre hay
que rodearse de gente muy buena y
estar encima de todo. Nunca pensé que la cocina iba a ser un sacrificio y nunca
lo ha sido. Para mi es un placer, mi restaurantes son una extensión de la sala
de mi casa, me gusta estar en ellos, atender a la gente y que ésta sienta una
experiencia no solo gastronómica sino de todo lo que tiene que ver con un
restaurante”.
Impronta
sefardí
Harry Sassón
es hijo de colombianos y nieto de
sirios. Los sabores sefardíes —no es secreto que como buen judío su madre ha
sido su gran inspiración en los fogones— se evidencian en su gusto por la sazón
africana y medioriental. Dice no ser religioso pero si muy tradicionalista, por
lo que todo en su vida gira en torno a la mesa. Egresado del colegio Anglo
Colombiano, estudió cocina en su ciudad natal en el Sena (Servicio Nacional de
Aprendizaje), trabajando paralelamente en el Hotel Hilton de Bogotá, bajo la
tutoría de André Sabouret —hoy
chef del Hotel Alfonso XIII de Sevilla— . Más tarde viajó a Vancouver, Canadá,
donde de la mano de reputado cocineros se hizo diestro en los grandes secretos
de la cocina contemporánea. Regresó a Colombia seguro de que quería montar su
propio restaurante. Y con el tiempo, como es un empedernido escudriñador de
recónditas cocinas, no montó uno sino cinco restaurantes, que le han permitido
experimentar con muy variados sabores, conceptos y propuestas: “Sin embargo,
siempre vuelvo a lo clásico, a lo básico, a la cocina de tradición, a lo que
nos da memoria. Cuando empecé en 1995 con Harry Sasson Wok & Satay Bar, yo
quería mostrar lo que yo sabía hacer, las fusiones, las técnicas, las espumas,
todas esas cosas innovadoras. Pero hoy estoy volviendo a la cocina más clásica,
siempre que tenga algo de significado. Cada día me acerco más a trabajar con el
fuego, el carbón, la leña, las parrillas, los hornos de piedra, el tandoor
hindú, el wok japonés”.
Sasson,
consiente de que la cocina le ha dado fortuna, es un hombre sensible y arrima
su talento y corazón a diversas causas sociales como Fundamor (niños con Sida);
Corazón Verde (viudas de la policía); Fana (niños en adopción): “Mis
restaurantes dan de comer a unas cuatrocientas familias, de alguna manera
estamos haciendo patria”, comenta orgulloso, arraigado a Colombia, seguro de
que no quiere convertirse en un chef mediático, de esos que han puesto de moda
los canales televisivos especializados en cocina. Lo suyo es tener las manos
siempre en el fuego: “Uno como cocinero no puede dormirse, si uno va por la
vida de manera recta uno no sube, cae. Mi padre me dijo ‘no te metas un bocado
más grande del que te cabe porque te puedes ahogar’. Y eso hago”.
Publicado en Nuevo Mundo Israelita, 2008
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